jueves, 19 de marzo de 2020

HOMENAJE A DON VICTORINO AMAYA



 F:\ARCHIVOS PEPELUCHO\Jlava\SAN JOSE\SAN JOSE\SAN  JOSE\2013\IMG_6205.jpg
Victorino Amaya Paiva, descansa en paz
Por : Eduardo Ruiz Robles
C:\Users\José\Pictures\RUIZ ROBLES (2).jpg
 Exalumno sanjosefino, integrante de la Promoción 1964

Hoy hay un motivo para que doblen las campanas en Chiclayo. Hoy hay un crespón negro en las aulas del Colegio Nacional San José. Ha fallecido el profesor Victorino Amaya Paiva, señor de la partitura, que con su alegre benevolencia se ha ido al más allá.
La música fue su vocación, su llamado y su destino. Nació con un oído privilegiado y una destreza innata para componer o para interpretar himnos, ritmos y canciones populares, sin haber sido un teórico de la música. Y con esta credencial hizo docencia y le dio éxitos indiscutibles en torneos de bandas escolares, al glorioso y centenario Colegio San José. Fue duro y muy exigente en su trabajo como director de la banda del Colegio. Alguna vez, a Doyle Acosta (alumno integrante de la orquesta) se le escuchó decir: “Parece como si el profesor Amaya tuviese con la banda un compromiso conyugal”. Y esto es cierto. El tiempo que les dedicaba a los ensayos iba muchas veces. Convocaba a sus jóvenes y entusiasmados discípulos a reuniones y preparativos hasta en horas de la noche, sin disfrutar, inclusive, ni de su descanso dominical.
Para la familia sanjosefina y la comunidad lambayecana, Amaya siempre ha sido un motivo de orgullo, como han sido y son también otros de nuestros grandes maestros que aún viven o que han fallecido. Tuvo razón Elmer Cabrales (alumno integrante de la banda) cuando un día declaró con cariño: “Al maestro Victorino lo llevamos no solo en pensamiento; lo llevamos hasta en el DNI, porque ser sus discípulos es parte de nuestras señas de identidad”. Qué medición de los tiempos de las notas musicales, que él enseñaba a sus muchachos de la banda; qué inflexiones y combinaciones para plasmar o matizar un tema musical; qué rigor de matemático al enlazar una gramática generadora de sonidos, que, en su  dimensión universal y genialidad, solventaron con holgura talentos irrepetibles como Juan Sebastián Bach, Franz Liszt, Igor Stravinsky y otros
 Hoy, el profesor Victorino Amaya ha dejado muchos huérfanos: en su digna familia, en su partido político al que le entregó mucha lealtad, en distintas asociaciones musicales y artísticas, y en su familia extensa del Colegio Nacional San José. Ya no veremos al pueblo chiclayano salir a ovacionarlo en la avenida Balta, en los desfiles por el 28 de julio o por las fiestas de aniversario del Colegio, a finales de cada septiembre. Ya no volveremos a ver actuar al maestro y director de música, que, en los años 60 del siglo pasado, enseñó a sus discípulos de la orquesta sanjosefina a interpretar con coquetería tropical el dengue y el mambo, esa dualidad sensual y rítmica que nos dejó Pérez Prado.
A cambio de toda esa pérdida irreparable, quedan unos hijos y nietos aleccionados por el ejemplo de un padre y abuelo excelente; quedamos unos exalumnos sanjosefinos enriquecidos por el talante de un profesor de la asignatura de música, que supo hacer su trabajo pedagógico desde la espontaneidad, inspiración y su bagaje empírico; y queda una colectividad, como la lambayecana, agradecida e inclinada ante la memoria de un profesor de Secundaria que, desde su área de trabajo docente, supo contribuir a la educación de las emociones, sentimientos y del gusto por lo estético, que tanta falta hace en los planes de estudio de la educación peruana.

Publicado en el diario LA INDUSTRIA
A2 OPINIÓN    Jueves 12 de marzo de 2020


No hay comentarios.:

Publicar un comentario