lunes, 23 de noviembre de 2020

A ENRIQUE PEREZ RAMÍREZ:MI COMANDANTE GUARDIA REPUBLICANA

 


Hoy día deje de hacer todas las cosas importantes de mi vida, pare el mundo Enrique porque tú te lo mereces, debes estar en el cielo con tu humildad innata de amistad ayudando a los ángeles en las faenas del señor; mi comandante y te lo digo con orgullo y honor, si pues nos conocimos en la quinta sección en 1962 en nuestro querido colegio militar, el Leoncio Prado tenías esa actitud de pasar desapercibido en tu sencillez humana, quizás eso nos permitió comunicarnos más que con otros, nunca me llegaste a confesar porque tenías ese anhelo de ser de la Guardia Republicana, alguna razón debes de haber tenido y cumpliste tu misión, a toda cabalidad eras orgulloso y feliz de ser del cuerpo.

Luis Ludeña SaldañaNo necesitaste más grados ni riquezas, que algunos se ufanan en mostrar para ser exitosos, fuiste un gran hombre y lo demostraste en los momentos más difíciles que uno puede afrontar, como en mi caso un hombre común, te prometí no decir a nadie el favor que me hacías y he cumplido; pero ahora es mi deseo contárselo a nuestros compañeros, para que sepan quién fuiste Enrique, en toda tu integridad humana.

Muchos años antes de ir a visitar a César Martínez al cuartel de Pueblo Libre, donde estaba consignado con otros oficiales más, por sus acciones políticas militares, arriesgando mi cargo y libertad en el gobierno de turno, pasé por un suceso algo parecido, yo trabajaba en el Banco de la Nación y tenía un compañero mucho mayor que yo; que justamente me había invitado hace unos días a sus bodas de plata y había tenido la oportunidad de conocer a su familia en su casa, en la unidad vecinal del Callao; tenía fresco esos recuerdos y una mañana que voy a trabajar me entero que mi amigo estaba en Lurigancho, por unas operaciones en dólares.

Al día siguiente decidí ir a verlo, sin conocimiento de cómo eran esas visitas, con el ímpetu de la juventud y lógicamente después de muchos esfuerzos me convencí que no se podía, porque había que cumplir todo un protocolo, en esos tiempos éramos ciudadanos de a pie y caminando de regreso me encuentro con Enrique; no lo veía años y lo primero que hicimos fue abrazarnos

Y hasta lagrimeamos un poco; hicimos la pregunta en común; ¿qué haces por acá?;le cuento qué había venido a ver a mi amigo que estaba en Lurigancho y no había podido entrar, entonces él me dice con su sencillez humana vamos a ver que se puede hacer.

Cuando fuimos con Enrique, nos abrieron la puerta y pasamos a su oficina; creo que era el administrador en esos tiempos, me pidió el nombre de mi amigo, al poco rato se apareció él y se me acercó estaba destrozado anímicamente, nos abrazamos un buen rato, era un hombre maduro que lloraba, y me decía soy inocente.

Jamás me voy a olvidar Enrique, nos convidaste gaseosas y galletas; le ofreciste a mi amigo el apoyo que estaba a tu alcance, tú no sabes cuánto le levantó la moral saber que tu estabas allí, para poder apoyarlo.

Mi comandante Guardia Republicana; seguramente ya te encontraste con él en el cielo, deben estar tomando gaseosas y galletas: MUCHAS GRACIAS ENRIQUE.


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