Luis Ludeña SaldañaNo necesitaste más grados ni riquezas, que algunos se ufanan en mostrar para ser exitosos, fuiste un gran hombre y lo demostraste en los momentos más difíciles que uno puede afrontar, como en mi caso un hombre común, te prometí no decir a nadie el favor que me hacías y he cumplido; pero ahora es mi deseo contárselo a nuestros compañeros, para que sepan quién fuiste Enrique, en toda tu integridad humana.
Muchos años antes de ir a visitar a César Martínez al cuartel de Pueblo Libre, donde estaba consignado con otros oficiales más, por sus acciones políticas militares, arriesgando mi cargo y libertad en el gobierno de turno, pasé por un suceso algo parecido, yo trabajaba en el Banco de la Nación y tenía un compañero mucho mayor que yo; que justamente me había invitado hace unos días a sus bodas de plata y había tenido la oportunidad de conocer a su familia en su casa, en la unidad vecinal del Callao; tenía fresco esos recuerdos y una mañana que voy a trabajar me entero que mi amigo estaba en Lurigancho, por unas operaciones en dólares.
Al día siguiente decidí ir a verlo, sin conocimiento de cómo eran esas visitas, con el ímpetu de la juventud y lógicamente después de muchos esfuerzos me convencí que no se podía, porque había que cumplir todo un protocolo, en esos tiempos éramos ciudadanos de a pie y caminando de regreso me encuentro con Enrique; no lo veía años y lo primero que hicimos fue abrazarnos
Y hasta lagrimeamos un poco; hicimos la pregunta en común; ¿qué haces por acá?;le cuento qué había venido a ver a mi amigo que estaba en Lurigancho y no había podido entrar, entonces él me dice con su sencillez humana vamos a ver que se puede hacer.
Cuando fuimos con Enrique, nos abrieron la puerta y pasamos a su oficina; creo que era el administrador en esos tiempos, me pidió el nombre de mi amigo, al poco rato se apareció él y se me acercó estaba destrozado anímicamente, nos abrazamos un buen rato, era un hombre maduro que lloraba, y me decía soy inocente.
Jamás me voy a olvidar Enrique, nos convidaste gaseosas y galletas; le ofreciste a mi amigo el apoyo que estaba a tu alcance, tú no sabes cuánto le levantó la moral saber que tu estabas allí, para poder apoyarlo.
Mi comandante Guardia Republicana; seguramente ya te encontraste con él en el cielo, deben estar tomando gaseosas y galletas: MUCHAS GRACIAS ENRIQUE.
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