sábado, 29 de abril de 2017

Hasta siempre, Jorge Vega Boggio


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Jorge Vega Boggio XIV CMLP
Cada promoción tiene su personaje inolvidable y cada cadete guarda en su corazón 
al que más le impresionó y aprendió de él en toda su vida
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La mañana era gris y, sin embargo, para nosotros, los nuevos integrantes de una nueva promoción, todo era brillante, hermoso y un día especial, porque era nuestra incorporación al colegio que tanto habíamos soñado ingresar. El concurso de admisión fue exigente y una gran cantidad – 800 aproximadamente – se habían quedado sin lograr una vacante.
Durante las diversas pruebas que tuvimos que dar no los vimos, en ese día recién pudimos ver a los monitores de cada sección, vestían uniforme beige, corbata y cristina negra, la misma que tenía en la parte delantera un rombo de color celeste que los identificaba como monitores de 3er. Año. Mientras el suboficial nos iba llamando de uno en uno por orden alfabético, nuestro monitor empezaba a dirigirnos, ordenándonos por orden de talla y manteniéndonos en la posición de atención. Fue entonces cuando me tocó situarme en la formación que pude apreciar su persona, Jorge Vega Boggio, de quince años, talla mediana, de un andar que demostraba su porte militar, mirada serena pero penetrante, observaba bien a cada uno de nosotros cuando nos acomodábamos donde él disponía en qué lugar deberíamos situarnos. Mientras los monitores de las demás secciones disponían en voz alta, carajeando, caminando de un lado a otro, él, se paseaba parsimonioso y nos observaba con su mirada serena, la que siempre pudimos ver durante el tiempo que estuvo con nosotros.
– ¡Perros, atención carajo, no se muevan!
Nos mirábamos y sinceramente nos preocupábamos al oír a los monitores cómo ordenaban a sus nuevos subordinados, Jamás escuchamos de nuestro monitor el mismo trato, cuando no estaba bien nuestro accionar fruncía el ceño y aplicaba la papeleta, ese era la forma oficial de su cargo y así lo cumplía. Cuando nos instalamos en la cancha de futbol sección por sección, se paseaba a nuestro alrededor y nos preguntaba nuestro apellido, con el tiempo comprendimos que esa actitud fue para reconocernos hasta cuando estábamos de espaldas. Era el hijo del Coronel Director, quizás por ello su porte militar y también la aplicación de una forma diferente a las tradiciones que él quiso mejorar con un trato estricto pero también respetando nuestras personas. Fue para nuestra promoción un monitor que ha dejado enseñanzas tan humanas que en nuestras vidas nos ha servido para también, como él, recibir no sólo el aprecio sino además respeto y admiración, en las diferentes actividades de nuestras vidas. 
– Hola muchachos ¿cómo les fue con su monitor?
– Pucha, el nuestro es recontra gritón y por cualquier cosita, nos castiga con 30 planchas, de arranque nos ha hecho encerar y lustrar el piso de la cuadra.
– ¡Ja, ja, ja, ja!, el de nosotros nos hace contarle cuentos de Jaimito y le gusta que le cantemos boleros de Julio Jaramillo.
– ¡Claro, esa vaca está templada…¡Ja, ja, ja, ja!,
– Mendoza, tú que eres de la primera ¿cómo les fue?
– Saben Zambitos, nos dijeron que íbamos a ser maltratados, bueno el que nos hagan marchar casi todo el día y la noche, es para que nos convirtamos en buenos cadetes y no es abuso. Quiero contarles que el monitor Jorge Vega, como a ustedes primero, nos enseñó cómo se debe tender nuestras camas, nos hizo presentarnos uno por uno y que le digamos qué profesión queremos seguir, a los que quieren ser militares les dice que aquí aprenderán verdaderamente si esa carrera es su verdadera vocación. Esta mañana antes de salir para almorzar nos hemos quedado admirados, nos tocaba barrer, encerar y sacar brillo a nuestra cuadra y ¿saben qué, Zambitos? Nuestro monitor Vega, sacó su tarro de cera y se puso a encerar su territorio, nos miramos y quedamos anonadados, entonces cada uno hizo lo mismo y comenzamos a encerar, verlo allí de rodillas encerando primero nos dio risa la misma que pudimos contener tapándonos la boca, pero ya cuando tocó sacar brillo pudimos ver su sudor en la frente al igual que nosotros.
– ¡Ja, ja, ja, ja!,, dicen que es hijo del coronel director, qué loco, si debe estar acostumbrado a que todo le hagan ¿cómo es posible?
– Posiblemente sea lo que tú dices, pero eso sí, no tiende su cama, lo hacemos por turno cada noche. 
– Muchachos, yo creo y estoy seguro que busca que aprendamos al igual que él, debe haber tenido un buen monitor con esos principios, quiere cambiar toda las malas y viejas tradiciones que afectan a nuestro colegio, a mí me parece que su viejo le ha recomendado bien que sea un ejemplo.
– Yo, no sé qué decir pero veo en nuestros monitores mucha vehemencia por demostrar carácter fuerte, diciendo lisuras y castigándonos con planchas y canguros, pero tienen momentos en que nos hablan de sus experiencias y nos enseñan hasta cómo debemos caminar cuando salgamos con los uniformes de gala.
El pito hizo que volviéramos a la rutina de siempre, dejamos el balcón que se encontraba saliendo del aula de la primera sección muy cerca de la peluquería que estaba en el primer piso. Esa conversación fue al comienzo del cumplimiento de nuestro gran sueño, ser lenciopradinos; puedo decir ahora que los monitores de la XIV CMLP tuvieron como meta ser excelentes brigadieres, en mi sección todos tuvieron sus características, pero Jorge Vega Boggio fue todo un “Señor de señores” como lo acaba de calificar uno de mis hermanos de promoción, en todas las secciones en que ocupó ese cargo dejó su mística de buen leonciopradino, no disponiendo únicamente, sino qué además con el ejemplo, con el trato militar pero acompañado de una personalidad digna de admiración, no era magnánimo era justo. Todavía era un niño de 15 años, pero maduro como cadete con tres años de experiencia. En las horas de estudios de las 19:00 hasta las 20: 00 horas, también nos enseñaba con el ejemplo, estudiaba y hacía sus tareas, muchas veces con compañeros de su aula que hacían sus trabajos en equipo. Recuerdo que al cadete movido, indisciplinado, sabía conversarle y le daba oportunidades hasta que aprendiese y si no era así, aplicaba la papeleta y consignación sábado y domingo.
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Cuando fue fin de año, nos sorprendió, porque se acercó a nuestras cuadras a despedirse con un fuerte apretón de manos y un abrazo inolvidable, porque sentimos como siempre de él, amor de hermano, que siempre sentiremos por su persona. Derramó sus lágrimas que el suboficial presente quiso increparle, pero no pudo porque vio de nosotros el mismo sentimiento. Cuando llegamos a quinto año, quienes llegaron a monitores, hicieron también una excelente labor, gracias al recuerdo de las enseñanzas que aprendieron de Jorge Vega Boggio. Cuando tuvimos una visita a la Escuela Militar de Chorrillos en el mes de Octubre, al salir pasaba por allí un Jeep Wrangler, su conductor al vernos con el clásico uniforme de caballero cadete del CMLP, paró y tanto él como nosotros fuimos felices al volver a vernos, nos abrazamos y nos hizo el aventón hasta cierto lugar, estudiaba en la UNI y nuevamente no sé por qué sentí congoja, pero a la vez sabía que volvería a verlo.
– Riiiiinng…Sí, aló, diga usted ¿quién habla?
– Sí, sí señora, deseaba hablar con el general Eduardo Vega, soy un cadete del colegio militar, cuando el general era el director y quisiera me ayude a encontrar un trabajo. Este, él y yo coincidíamos en la Plaza de Acho.
– Oh, mire usted joven, mi esposo está retirado y no podría apoyarlo como quisiera, pero en cambio mi hijo está en ITINTEC y quizás podría hacer algo. 
– Mi querida señora, Jorge Vega, su hijo, fue mi monitor de sección en el colegio y se debe acordar de mi persona.
– Mira hijo, a Jorge no le agrada hacer este tipo de favores, él es muy formal, pero no te preocupes, yo le pediré como su madre que te apoye… ¿Está bien? Llámame mañana, después de las ocho de la mañana.
– Dios la bendiga señora, no sabe usted cómo requiero este apoyo, es usted un ángel. Gracias.
Eran años difíciles en el Perú, por falta de dólares americanos, muchas empresas sucumbían y me había acordado del General Eduardo Vega, pero gracias a la mamá de Jorge, mi monitor, pude encontrar una nueva oportunidad y encontré un trabajo. Fueron días interesantes, de aprendizajes y consolidaciones en los diferentes cargos que ocupé. Mi mentor renunció al poco tiempo y ocupó un cargo en Scania del Perú, en el almuerzo de despedida me dijo: “Desde que ingresaste has sido tú el que ha conservado y mejorado el puesto y así será siempre, sólo de tu persona, depende con tu esfuerzo y disciplina, como en el CMLP, que sigas en ITINTEC, suerte”.
La calidad humana del buen monitor del CMLP y excelente profesional, siempre ha destacado, en ITINTEC – ahora INDECOPI – fue, Director de Tecnología y dejó también un gran vacío cuando cambió de trabajo, y hasta hoy lo recuerdan por su gran personalidad y eminente profesional con una visión de mejorar la investigación tecnológica en nuestra patria. En Scania del Perú es reconocido por lo que siempre fue:
“Hoy en la madrugada falleció, uno de los símbolos de Scania del Perú S.A, El Sr. Ing. y Maestro JORGE VEGA BOGGIO. Solo quien le conoció sabrá la gran persona y profesional que fue. Yo personalmente mucho aprendí contigo y le seré siempre muy grato. Mis sinceras condolencias a la familia y Descansa en Paz”.
MarcioTadeuGimenes
18 de abril a las 13:09 • Santo André, São Paulo, Brasil
Hoy, nuevamente tomas el Jeep Wrangler y te alejas de nosotros querido Monitor Jorge Vega Boggio. Sé que surcarás, esta vez, por los cielos en un viaje sin retorno, pero siempre estarás en los más bellos recuerdos de adolescentes qué como tú llegaron a estudiar entusiastas y que se encontraron contigo y aprendieron que la bondad, el amor y la disciplina, siempre debe estar arraigada en nuestros corazones y que la perseverancia nos hará grandes hombres y excelentes profesionales como tú. Dios te recibe en su Gloria y descansa en paz en sus bellos jardines, donde volveremos a encontrarnos… para nunca más separarnos.
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¡HASTA SIEMPRE, MONITOR JORGE VEGA BOGGIO!
Rodolfo Mendoza
XVI CMLP

Los sueños sí se hacen realidad


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Rodolfo ‘Tombito’ Mendoza XVI CMLP

“La vida es sueño, y los sueños, sueños son”, decía Pedro Calderón de la Barca en su obra “La vida es sueño” a través del soliloquio de Segismundo. Y yo soñé una hermosa quimera, una bella ilusión, convertirme en caballero cadete del Colegio Militar Leoncio Prado. Fantasía de un adolescente que siempre quiso un poco más de lo que tenía.
Era el año 1958 y por mi barrio pasaban los cadetes del primer colegio militar del Perú, con ese hermoso uniforme con alamares y botones dorados con el escudo de nuestra patria. Dejaba yo de jugar al fútbol y la pelota pasaba por el arco convirtiéndose en gol que nos hacía ir perdiendo el partido. Los muchachos de Cinco Esquinas me reclamaban y yo, absorto, no les hacía caso.
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– Pelón, no sueñes, nosotros no podemos ingresar a ese colegio. Tendrás que terminar en el Pedro A. Labarthe, donde ya eres un crack del fútbol, además cuando regresas de clases pasas por la casa de tu amada y eso no creo que lo quieras dejar… Vamos, vamos Pelón, ponte en la defensa y ya no permitas más goles… ¡Apúrate que ya debe llegar el policía de tránsito y no nos dejará jugar!
Suspiraba hondamente y volvía al juego que tanto me gustaba. Los muchachos se reían y con sus dedos índices se tocaban la sien en señal que el pelón estaba loco con su sueño.
Un día sábado del mes de junio de 1959, la 1ra. Sección estaba en un corre, corre de las cuadras a los baños de aquel inolvidable Cuartel Guardia Chalaca…
– Tombito… ¿Sabes? te pareces a un tamal mal hecho, esa polaca está muy ancha y se te ve mal, anda mírate al espejo y te darás cuenta. La mía está bien, pero quiero algo más holgado, si gustas te la cambio. Toma pruébatela y tú me dirás si estás de acuerdo.
Fui al baño y la polaca me quedaba entallada, efectivamente me quedaba mejor y ya no se me veía como ese tamal que decía Dante Belleggi. Lo vi y mi polaca le quedaba ancha pero como es alto no se le veía mal. Sentí un hincón en el pecho. Eran los años en que a pesar de las bromas, de los insultos y “chapas”, existía una gran hermandad leonciopradina que hacía que estos gestos cotidianos nos iban haciendo cada vez más unidos, tal como hasta el día de hoy en que ya pasamos muchos de nosotros los setenta años y los intercambios de polacas de gorras, de mamelucos y borceguíes se han cambiado por otros gestos como el de entregar tarjetas de los almuerzos de los reencuentros de cada año para que asistan los que no pueden costearlas, así como también apoyos a los que están mal económicamente, otros con males de salud y apoyos para conseguir empleos, etc., etc.
Todos nos arreglábamos unos a otros con las caponas, abroche de cuellos y acomodar el correaje y gorra. Al fin ya estábamos tan igual que los cadetes de cuarto y quinto año, vistiendo nuestro uniforme de gala para salir de paseo. Quienes no habían obtenido el cordón rojo de distinguido o el dorado de honor, se prometían a sí mismo que para el segundo bimestre lo tendrían.
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Foto cortesía de José Luis Villavicencio ‘Pepelucho’ XIX
En esos tiempos no existían tantos parroquianos que utilizaban los tranvías de San Miguel a Lima los días sábados y yo iba en uno de ellos, de pie, con postura, con sobriedad y porte militar, asido de uno de los manubrios de los asientos. Mientras el tranvía pasaba por los barrios que conforman toda la Av. Brasil yo iba recordando cuando jugaba al fútbol con los chicos de Cinco Esquinas y veía pasar a los cadetes del CMLP. “Se hizo mi sueño, Señor. Gracias Dios mío por tu bondad”…
– Lucho, quiero hablar contigo como una madre que no quiere que su hijo no pueda cumplir un sueño. Rodolfo acaba de ingresar al Colegio Militar Leoncio Prado y tiene que matricularse para lo cual se necesitan seis mil soles. Yo le di permiso para que postule y lo he visto cómo madrugaba para estudiar solo, no ha requerido una academia de preparación y su esfuerzo ha sido recompensado. Sé que hice mal en no comunicarte, pero yo lo he ayudado con mi trabajo de costura en el Estado Mayor del Ejército, lamentablemente no alcanzó salir becado como era mi esperanza. Han postulado más de mil jóvenes y han ingresado 400. ¿Podremos apoyarlo?
– Cristina, cualquiera no ingresa a ese colegio, es un orgullo para mí, pero sabes que mi sueldo no lo permite. Seis mil soles ¿De dónde los saco por Dios? ¡No, no me mires así! Tú sabes que la plata de mi padre la maneja mi hermana y ella lo quiere todo para sí. Será imposible acudir a él, porque tendría que consultarle a ella y no lo aceptará.
Campoy era una Hacienda cuyos propietarios era la familia Rébora y Don Teodoro Mendoza Reyes era el caporal quien manejaba toda la peonada y demás servidores de la Hacienda, el hombre de confianza, de la rancia familia que lo quería mucho por su efectivo trabajo; él desconocía el gran sueño de uno de sus nietos.
Mi padre se limpiaba el polvo de sus zapatos ya que al haber caminado por el polvoriento camino que conducía a la Hacienda Campoy, se había llenado de tierra muerta. Se limpiaba la frente pero el sudor que sufría no era tanto por el calor sino por el temor o respeto que siempre tenía él y sus hermanos menores al viejo caporal, cuyo genio era de temer. Mientras esperaba al padre de los Mendoza, sorbía el agua del vaso que gentilmente le había alcanzado una de las concubinas del viejo mandamás y curaca absoluto de toda la servidumbre de la vieja casona que él ocupaba.
Mi padre después de un buen tiempo vio por fin llegar a un jinete que cabalgaba, trotando con prestancia su inigualable caballo blanco con montura de fino cuero labrado y adornos de plata. Como siempre, con un hermoso sombrero de ala ancha, bigotes bien enrollados hacía arriba, con pañuelo blanco amarrado al cuello, cinturón también con adornos de plata y su inigualable fuete con el que nunca dejaba de golpear las botas camperas de color marrón confeccionadas en la Zapatería Vallejo, al costado del Palacio de Gobierno. Todavía estaba fuerte y de un solo brinco bajó de su caballo que relinchando se despedía de su amo al ser llevado por uno de los peones que lo acariciaba con esmero.
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– ¿A qué debo la alegría de recibir la visita del mayor de mis hijos? Espero que no sea dinero porque eso ya sabes yo no manejo.
– ¿Qué tal padre?, te saludo con mi afecto y cariño de siempre. He venido a traerte una feliz noticia. Tu nieto Rodolfo, como tú sabes es muy apegado a los estudios y ya terminó segundo de secundaria, siendo becado por sus exámenes al ingresar.
– Bueno, ese nieto es mi orgullo porque es el hijo del mayor de mis hijos, que yo sepa todavía tiene que terminar secundaria. Ah y quiero contarte que la familia Rébora me acaba de asegurar y ya estoy en planilla considerado como empleado y no peón u obrero como tú que no quisiste estudiar al igual que todos tus hermanos. Por esa alegría, orgullo y ejemplo para ustedes vamos a tomarnos una copita de pisco de pura uva.
– Padre con su venia, quiero decirle que Rodolfo acaba de postular e ingresar al Colegio Militar Leoncio Prado, fueron 1,200 y solo son 400 los que han logrado ingresar y entre ellos está tu nieto, papá, y quiero que me ayudes con la matrícula. Yo sé que Adela es la que maneja tu dinero, pero papá yo soy el hijo mayor y no se está cumpliendo con el mayorazgo, pero eso no te reclamo solo quiero que me ayudes con la matrícula cuyo dinero yo te devolveré. Tú sabes que Cristina y yo trabajamos, entonces, solo es un préstamo.
– Hummm… podríamos vender una de mis vacas y no molestar a Adela para que no se entere, porque ella no va a querer, tú sabes que ella no tiene hijo varón y por eso no quiere mucho a mi nieto. Ya no guardo dinero porque sabes lo que me pasó con uno de mis primos que me engañó con las monedas de oro que me dejó mi padre, ni yo mismo sé cuánto era ese dinero, pero por lo que tiene ahora tu tío, que sí estudió, debe haber sido una gran cantidad, por eso no quiero que mis nietos sean burros como yo. Mira, ya tengo la solución, el mayor de los Rébora está hoy día acá en la Hacienda, vamos a conversarle del asunto y estoy seguro que él nos dará la plata y después yo lo arreglo. No tienes que devolverme nada, eso es para mi nieto y espero verlo con su uniforme en una de las fiestas que siempre me hace tu hermana para justificar que ya no tiene la misma cantidad que cobra todos los meses en el negocio de la familia Rébora en Lima. Tú y tus hermanos se casaron jóvenes y no estudiaron y ya ves que es muy difícil poder sostener lo que quieren los hijos. En esta vida, si no estudias no llegas. El amor temprano, hace daño, pero así es la vida. Vamos, hijo, vamos…
Con el transcurrir de los años, cuando decidí acompañar en sus últimos tiempos a mi querido padre, pude enterarme de todo lo que ocurrió cuando ingresé al CMLP y de otras vivencias que cada hombre tiene en su vida. Mi padre murió en mi casa, cumplí su deseo, me dijo: “Sólo cuando ya no pueda caminar, entonces me llevarás a tu casa para morir estando con mis nietos”. Se fue al cielo dejando en la puerta de su casa tres placas de profesionales, sus nietos que lo llenaron de orgullo en su querido y viejo barrio del Agustino.
Bajé del tranvía que era el urbano que llegaba hasta Cinco Esquinas y caminé al igual que aquellos cadetes de 1958 y vi a mis amigos jugando al fútbol. Ellos dejaron de jugar y muy alegres me felicitaban y me pedían que me cambiara para jugar con ellos. Me acordé entonces de lo que me dijo un nuevo amigo que era Teniente del Ejército: “Nunca olvides lo que fuiste, pero tampoco olvides quién eres en la actualidad”.
Regresé cambiado con la ropa que usaba siempre en mis querido Barrios Altos de aquella época y les dije:
– ¡Muchachos, tenemos la Pampita de Barbones… Allá, vamos allá, nos llenaremos de tierra y nos heriremos con los cascajos, pero no invadiremos la calle… Ah, y sobre todo le vamos a ganar a las “Lornas” de la Quinta Blanca!
– ¡Bien Pelón, ta bien… vamos muchachos, vamos a ganar!
Mientras corría, engolosinado, dominando la pelota, me decía… ”Nunca olvidaré que soy de Cinco Esquinas, pero tampoco olvidaré que soy un caballero cadete del Colegio Militar Leoncio Prado… Gracias, Dios mío”.
sue34Monitores de 5to. año, 1961 – XVI CMLP

¡SEGUIREMOS BRILLANDO, SIEMPRE, COMO AZUL HOGUERA!

José Luis Villavicencio ARANIBAR PEPELUCHO XIX PROMOCIÓN CMLP


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Durante toda la historia del Colegio Militar Leoncio Prado, se van creando leyendas vivientes que jamás dejarán de existir y vivirán en nuestros corazones hasta el fin de los tiempos, porque así se formaron, así surgieron por al amor a nuestra alma mater. Uno de ellos es inconfundiblemente nuestro querido hermano José Luis Villavicencio Aranibar, muy querido por todos nosotros los excadetes, como… PEPELUCHO.
Era el 2012, el triste año en que demolerían el viejo cuartel Guardia Chalaca, convertido en el Colegio Militar Leoncio Prado desde 1943. Cuna de grandes hombres que hoy enorgullecen a la patria. José Luis Villavicencio Aranibar, un excelente leonciopradino, se encontraba frente al mar de la Costanera viendo cómo las olas muy enfurecidas reventaban fuertemente contra los peñascos del acantilado al frontis de nuestro colegio, como si protestara con su furia por ser el último día de existencia de nuestra antigua edificación que albergara a 67 promociones. Se erigiría un nuevo edificio, buscando la modernidad para las nuevas generaciones.
Era verano y sin embargo la mañana era nublada y fría, Pepelucho recibe la autorización de ingreso y raudo ingresa dejando su identificación y corre al lugar de las cuadras de 5to. Año, pabellón denominado “DullioPoggi”, eterno y mudo recinto sagrado, testigo de la culminación y consagración del caballero cadete del Colegio Militar Leoncio Prado. Fatigado y con el triste sentimiento de todo leonciopradino, deja caer lágrimas de un profundo dolor, suspira hondamente y solloza entre los ladrillos y cemento regados por todo el lugar, zona sagradapor ser el fortín de los técnicos que al llegar a ocuparlo, es para todos ellos la consagración, al convertirse no solo en los cadetes de mayor grado, sino en responsables de la formación de la nueva promoción a quienes dan sus enseñanzas con ejemplos que vienen de viejas tradiciones,dejándoles como herencia sus virtudes y ejemplos de jóvenes de honor.
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Excuadras de 5to. Año Dullio Poggi. Lugar sagrado del batallón de cadetes.
José Luis Villavicencio Aranibar, se sentó en una de las bancas que habían quedado momentáneamente intactas y su nostalgia lo llevó al año 1957 en la localidad de Huancayo, recordando cuando tenía 9 años y vio cuando un cadete leonciopradino, con su hermoso uniforme de gala, ayudaba a una campesina a subir al ómnibus, unos bultos sin importarle ensuciar su uniforme de gala. Eso fue impactante en Pepelucho y se lo comentó a su querida mamá Vicky, pidiéndole que lo apoye a postular a nuestro querido colegio militar.
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Sus padres José Luis y Victoria acompañados por sus padrinos Alfredo y Eva Bragagnini.
Nacería desde ese día uno de los más destacados leonciopradinos que ama fervientemente a su institución escolar – militar. Creó El Imaginaria, una página en Internet que se suma a otras publicaciones, donde cada excadete puede volcar todos sus sentimientos que le ha dejado como herencia su alma mater, el Colegio Militar Leoncio Prado. Pepelucho es el hermano que nos tiene al día, además, con cantidades de fotografías y narraciones que perennizan desde su ingreso y de todas las actividades, ceremonias, Juegos Deportivos de la Asociación Leonciopradina y CMLP. Tomas de hechos de diferentes índoles que todos siempre esperamos y guardamos en nuestro cofre de los recuerdos, gracias al soñador que en la localidad de Huancayo, decidió ser un leonciopradino.
Nació en la bella ciudad de Abancay y por la búsqueda de su padre en surgir en la vida para el bien de su familia se trasladaron en diferentes años – cada vez que ascendían al patriarca de los Villavicencio que trabajó siempre en el Ministerio de Fomento y Obras Públicas – a Cusco, Ica, Huancayo, donde dejó lindos recuerdos en el Colegio Salesianos y, en 1959 – 1961 a la soleada ciudad de Chiclayo, donde estudió en el Colegio Nacional de San José, de donde salió para cumplir su hermoso sueño de ser un caballero cadete leonciopradino en 1962. Doña Vicky Villavicencio apoyó siempre a su querido hijo y por razones de economía el jefe de familia aceptó la condición de la mamá de Pepelucho, solo en el caso de salir becado, nuestro hermano podría estudiar en el primer colegio militar de la República. Don José Luis Villavicencio padre, siempre fue durante toda su vida un extraordinario buen amigo, alegre y colaborador, así como también aficionado a la música; Tuvo como compadres a dos grandes personas, don Alfredo y Eva Bragagnini, que amaron a Pepelucho como si fuera su mismo hijo y lo acogieron en su casa durante los tres años de ser leonciopradino.
Con sus maletas llenas de ilusiones y esperanzas José Luis hijo, llegó al barrio de Lince y dio todo de sí para ingresar becado, no habían pruebas físicas ni intelectuales que no aprobara con excelencia, sin embargo la “pelea” era fuerte entre los postulantes, se habían presentado más de 1,000 jóvenes que no cabían en el comedor el día del examen académico. Su puesto final después de un excelente examen de presencia, quedó en el puesto 122 y únicamente 100 eran los becados; nuestro querido personaje de esta semblanza, no lloró sino más bien fue a la imagen de la Virgen María y le dio las gracias por haberle dado la oportunidad de haber tenido un lindo segundo hogar y la satisfacción de haber logrado aprobar el Concurso de Admisión al CMLP y llamó a su madre para comunicarle su viaje de regreso a casa. La inolvidable y querida mamá Vicky le contesta:
– “José Luis, hijo mío, tu padre me encargó decirte que nos vamos a Cusco nuevamente y que estando seguro de tu ingreso, gracias a tu esfuerzo de siempre en los estudios, te comunique además que todo está solucionado y que no te preocupes. Tu matrícula está asegurada. Te felicito hijo mío, tu padre está muy orgulloso al igual que yo, somos felices de que tu gran sueño se haya cumplido y estamos seguros que serás un excelente cadete. Felicitaciones y un beso muy grande José Luis”.
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Mamá Vicky, siempre en toda su vida apoyando a su querido Pepelucho.
El excelente caballero cadete José Luis Villavicencio Aranibar, tampoco lloró, solo salió al patio y dio un gran grito saltando de alegría. Luego abrazó y besó a sus padrinos don Alfredo y Eva Bragagnini a quienes jamás olvida y recuerda siempre el inmenso cariño que siempre tuvieron para con sus padres y él.
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La nueva promoción XIX CMLP con Pepelucho en el año 1962
No cabía una mayor felicidad para los adolescentes que se incorporaban a su nueva vida escolar-militar en el primer colegio militar del Perú. Papelucho era uno de los nuevos “canes” más felices el gran día del internamiento al colegio que tanto esfuerzo dedicaron en el Concurso de Admisión, para poder convertirse en caballeros cadetes leonciopradinos. Felices, con el orgullo rebosante y deseos de convertirse en verdaderos soldados marchaban con el uniforme de aulas rumbo al cumplimiento de sus anhelos de adolescentes. Es una emoción indescriptible a la edad de trece años, cambiarse a la vida castrense, dejando atrás una vida diferente, ya que ser leonciopradino significa llevar los uniformes conforme al reglamento militar y a partir del primer día en nuestra alma mater, iniciamos una rutina permanente de reglamento castrense, que cumplimos con el sentido del deber a la que nos comprometemos desde el primer día que postulamos al Colegio Militar Leoncio Prado. Pepelucho, era el más feliz de la nueva promoción, nunca dejó de sacrificar sus propinas para adquirir las fotografías de muchos acontecimientos que hoy guarda como tesoro y recuerda con cariño al fotógrafo Matos, que siempre lo buscaba para entregarle las tomas más interesantes en el colegio; guarda hermosos recuerdos de sus tres maravillosos años de cadete leonciopradino, con sus mejores amigos, con los lugares que nunca olvidará a pesar de haberse cambiado la infraestructura de nuestro querido colegio militar.
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Hoy, existen infinidad de recuerdos fotográficos, que se encuentran en los archivos personales de Pepelucho y también en el uso de artículos narrativos que se publican en La Gaceta Leonciopradina, Asociación Leonciopradina y otras publicaciones, que nos obsequia nuestro querido hermano, porque su más preciado tesoro lo comparte con su gran nobleza leonciopradina, a todo aquel que desea comunicar nuestros más bellos momentos que vivimos y compartimos como verdaderos hermanos de sangre, de sangre azul distinguida, por la unión que alumbra eternamente, nuestra… Antorcha Leonciopradina.
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Las caras interrogantes de la XIX promoción poco a poco volvieron a llenarse de alegría, de emoción y de entusiasmo, al ir conociendo que las viejas tradiciones leonciopradinas, eran únicamente para formar sus carácter e integrarlos a la vida castrense que regía las actividades de su alma mater. Llegaba nuevamente el tiempo del frío y de la lluvia y conocieron los avatares de los servicios de imaginaria, de cuartelero y sobre todo las salidas de marcha de campaña todos los días sábados, antes de la salida de paseo con su hermoso uniforme de cadete leonciopradino. Pepelucho además conoció al inolvidable enfermero Santos que al estar internado en la enfermería, ayudó a curarlo a puro antigripal que era la pastilla mágica que nos curaba todos los males, claro, además bajo los cuidados del Dr. Ponce; pero lo más significativo para él, fue constatar que no era un sueño la hermandad leonciopradina, porque recibía la visita y preocupación de sus hermanos de cuadra quienes jamás dejaron de ir a visitarlo después de clases y antes de la salida de los fines de semana, hasta que se recuperó y volvió a ejercer la rutina, tan añorada hoy en día, de nuestra vida de cadete del Colegio Militar Leoncio Prado.
La hermandad leonciopradina, se le va descubriendo poco a poco, sin darnos cuenta. José Luis Villavicencio Aranibar al igual que sus hermanos de la XIX y de todas las promociones, en el día a día, en las puestas de “chapas”, en las bromas, en las visitas al hermano durante su enfermedad en la enfermería, en los castigos a toda la cuadra por no delatar – en indisciplinas de poca trascendencia – a algún compañero de sección, en quedarse en reemplazo de un servicio de cuartelero, sábado y domingo por tener urgencia un hermano en salir los días de paseo, en ir estimando a su promocional a pesar de ser de distinta raza, de diferente estrato social, olvidándose de los apellidos de abolengo, va naciendo ese hermoso cariño, esa gran entrega al hermano que jamás olvidamos a pesar de distancias y de años que van pasando en el tiempo, pero van acrecentando el amor de hermanos que nacieron el mismo día de la incorporación para conformar una nueva promoción del Colegio Militar Leoncio Prado. Nuestro querido Pepelucho, por ser un adolescente provinciano, amante de sus creencias ancestrales y tener una formación familiar, hermosa en amor de padres a hijos fue haciéndose querer por su forma de ser en todas las actividades del colegio, en el apoyo a sus hermanos, en ser siempre un cadete correcto, estudioso y entusiasta para la música en la que pudo destacar en la orquesta leonciopradina; se hizo querer en sus tiempos por toda su promoción y ahora en nuestro tiempo del otoño, por todos los excadetes de nuestra alma mater, que hemos llegado a conocerlo: siempre dispuesto a colaborar en las distintas ceremonias sociales, deportivas y sobre todo en estar participando y propiciando la unión de toda nuestra comunidad leonciopradina. Pepelucho, es un hombre bueno y generoso, digno representante de un caballero cadete del Colegio Militar Leoncio Prado.
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Fueron tres inolvidables años, que vivió conforme a su sueño, allá en la Incontrastable ciudad de Huancayo. Guardaermosos recuerdos y fotografías de sus hermanos de sección y de promoción. Llegó a salir entre los primeros en el Curso de Monitores y estuvo a cargo de la 7ma. Sección de cuarto año, de quienes guarda un profundo respeto y afecto. Siempre se reúne con ellos y gozan con los recuerdos inolvidables de sus años maravillosos, sobre todo reconociendo en Pepelucho su excelente comando. Jamás podrá dejar de recordar el Baile de promoción donde cada uno gozó de una bella reunión con sus parejitas de ese bello tiempo. Pero además ya iban determinando la continuación de sus vidas. Todos salieron a enfrentar el reto que nos da el destino y hoy la XIX promoción le ha dado a su país excelentes profesionales, deportistas, militares, magistrados, políticos, que hoy prestigian a nuestro querido CMLP y el Perú.
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José Luis Villavicencio, nuestro gran Pepelucho, siempre fue el hombre hormiga de la promoción, durante el colegio y después de egresados. Ha sido múltiples años presidente de la XIX CMLP y fue en sus Bodas de Oro el principal organizador y con sus hermanos de promoción tuvieron el mayor éxito en sus celebraciones. Ya en sus cuarteles de invierno sigue colaborando con toda la asociación de excadetes y nuestra alma mater.
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José Luis Villavicencio Aranibar, conoció a su bella y querida esposa Silvia Misé Sosa en la ciudad de Chiclayo en 1957 enfermera de profesión, especializada en Geriatría sigue laborando profesionalmente. Son muy felices con sus hijos: Claudia, José Luis y Silvana. Nuestros queridos amigos José Luis y Silvia, se juraron amor eterno en 1975 llegando al altar ante Dios nuestro Señor.
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Mamá Vicky siempre al lado de su engreído, acompañándolo con su esposa Silvia y a sus hijos: Claudia que estudió en el Colegio Shopianum y Beata Imelda de Chiclayo, concluyó sus estudios profesionales en la Universidad San Ignacio de Loyola y tiene hoy, el título de Licenciada en Marketing, con doble maestría en Administración en CENTRUM, reside actualmente en Bogotá-Colombia. José Luis, estudió en el Colegio de La Inmaculada y culminó estudios universitarios en la PUC, recibiéndose de Ingeniero de Sistemas, con doble maestría en CENTRUM y es ejecutivo en VISANET y la tercera Silvana que estudió en el Colegio Beata Imelda y Santa Úrsula, culminó sus estudios profesionales en la Universidad Nacional de Piura y es Licenciada en Servicios con Maestría en Hotelería y actualmente ocupa el cargo de Gerente en el Hotel Paracas.
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Suenan los tambores, los platillos y cornetas y José Luis Villavicencio Aranibar marcha al frente de su batallón, orgulloso y feliz de haberse convertido en un caballero cadete leonciopradino. Los excadetes inician su marcha con los hermanos en sillas de ruedas por acciones militares. Comienza el paso de desfile con la mirada al frente, la cerviz levantada, henchidos de su pasado militar mientras el bombo marca la cadencia de sus pasos y él, nuestro querido hermano Pepelucho,con el siempre porte militar y gran amor a su alma mater, marcha con gallardía llevando y mostrando con gran orgullo a su más grande amor…el estandarte de la XIX promocióndel… Colegio Militar Leoncio Prado.
¡SEGUIREMOS BRILLANDO, SIEMPRE, COMO AZUL HOGUERA!

Rodolfo ‘Tombito’ Mendoza XVI CMLP

Conversando con Kique


Escuché hablar de Kique Wong al “negro” Fernando Fernández Gómez, carismático hermano de la XX (más conocido que la Punta) y lo  conocí en persona en la celebración de los 50 años del negrito FER. Estaba con otro gran leonciopradino, de la XIV, don Franklin Cáceres. Esa noche conversamos de todo y me quede con una grata impresión porque nos trasmitía el sentir leonciopradino y sabía mucho no solo del colegio sino del arte de la edición. Con el tiempo me enteré que era editor de libros y empresario gráfico.
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Comencé a sentir admiración hacia el por el empuje y entrega al editar La Gaceta y hacerla llegar a los miles de hermanos leonciopradinos en forma coordinada (Tarea no fácil, no todos saben del esfuerzo que eso significa) y conocer su inquietud por plasmar experiencias de los excadetes leonciopradinos y hacerlas conocer. Él ya había fundado “El Círculo Solidario” con sus hermanos de promoción, que les permitía intercambiar experiencias. Fue presidente de su querida Octava y gran colaboradoe en las Bodas de oro de la VIII y editor de “HUELLAS”, maravilloso Libro  de Oro promocional  que al terminar de leerlo mi admiración por el creció mucho más. Creo que todos deben leerlo y puede ser el modelo del libro de Oro de las promociones futuras.
Hace 12 años y haciendo eco de su inquieto espíritu funda la ya famosa “Gaceta Leonciopradina”, refrescante vía para canalizar las inquietudes de los que aman al Colegio Militar Leoncio Prado y que sigue adelante por su empuje y entrega total. Nos ha permitido saber de muchos aspectos que ignorábamos de las distintas promociones y sus editoriales permiten saber de lo que pasa en la A.L.  y todo lo referente a sus actividades. Asimismo, es un canal de cada promoción que permite que los exalumnos vuelquen sus talentos literarios y se den a conocer al mundo.
Una de sus inquietudes que no lo deja estar tranquilo es saber cómo incentivar a las promociones jóvenes a participar con colaboradores para la Gaceta. Por ello ahora se queja en silencio y sus ojitoscasi chinitos brillan más cuando toca ese tema. Creo que ya es hora.
Felizmente siempre conversamos y le pregunto porque KIQUE y no QUIQUE. Me queda mirando con esos ojos que trasmiten  profundidad de vida y me dice: es en homenaje a mi hijo mayor que ya partió y es una forma de tenerlo siempre en mi memoria ahora, que a veces falla.
Difícil que hable de él. Cuando uno le pregunta cosas personales, va cerrando los ojos y a través de esas rendijas parece decirte: no entres en esa senda porque es peligroso y te puedes chocar. Sin embargo pudimos caminar juntos sin tropezarnos.
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Kique nació en Lima y vivió en la calle Montevideo donde cruzando la Av. Grau ya estaba en La Victoria donde tenía sus grandes patas de barrio. El mismo dice: “por eso tengo calle” y sonríe con ganas.
Prosigue diciendo… mis padres tenían una encomendería, o sea una tienda en la esquina, típico de eso momentos. Era la tienda del chinito de la esquina. Mi mamá fue una perfecta ama de casa y quizá de ella aprendió el orden y las inquietudes intelectuales… Él, como todo hijo de comerciante de abarrotes, ayudaba en la tienda y desde temprano sabía lo que es trabajar y ganarse su esfuerzo.
Estudió en el colegio Salesianos al que le debe la profunda fe espiritual y valores allí adquiridos. Estando allí es donde ve a exalumnos de ese colegio que los visitaban como cadetes del Colegio Militar y se le fue metiendo las ganas de saber más de él… Como varios compañeros de salón se inscribieron para postular, también lo hace. Ingresa el año 1950 becado a la VII promoción.
Kique era movido pero “solapa” porque podía pasar de muy buenito pero no era coj… como el mismo dice. Lo que pasa es que era más bien tímido pero bien “mosca”. Porque estaba al tanto de todo. En cuarto  año se enfermó de los bronquios y pidió licencia por lo cual al entrar el siguiente año perteneció a la VIII promoción a la que ha dado casi toda su energía vital. Digo casi porque el resto que le queda se lo está dando a la Gaceta.
Cuando ingresa al siguiente año los de su anterior promoción por casi dos meses se le “prendieron” y allí tuvo que sacar la garra y comenzó con los que se la querían pasar de abusivos. Al final ganó el respeto de ellos y se quedó más tranquilo.
En el colegio comenzó su liderazgo como integrador y hacedor de varias acciones que le valió ser cadete distinguido siempre por sus buenas notas aunque no estudiaba mucho ya que aprendió que la cosa era prestar atención en las clases… lo que le permitía no sacarse la mugre estudiando solo para los exámenes y ser siempre destacado. Tan criollo era  que hasta alquilaba su cordón de distinguido a los patas que lo necesitaban para lucirse en un tono.
Cuenta que en una clase de Hermann Buse de la Guerra estaba tan atento pero tan atento que no se percató que le habían hecho una pregunta que no contestó por su distracción momentánea. En ese tiempo, además de los Controles bimestrales el adusto profesor tomaba pasos orales que se  promediaba con los controles que tenían. Don Herman le puso 33 lo cual le sorprendió pero al final paso por su promedio. El mismo Dr. Busse se sorprendió que le pusiera esa nota.
Su anhelo era ser médico pero no se preparó como debía –acostumbrado a los buenos resultados en el CMLP, ‘solo’ escuchando las clases-. Postulo a San Marcos y por cierto que no ingresó. Como tenía que trabajar porque en esos tiempos el dinero no sobraba, su padre lo acogió de buena manera y comenzó a trabajar en la tienda ganando 100.00 soles mensuales con el horario de 7 a 11 de la noche todos los días. Estuvo dos años y se independizó porque no pudo conseguir un aumento…. Buscó trabajar en otro rubro y a través de un amigo, jefe de compras de un banco, consiguió una entrevista en la compañía Olivetti para ser vendedor de máquinas de escribir y calculadoras. Valió la “vara” porque el gerente de ventas lo aceptó a pesar de su ninguna experiencia y haber llegado justo cuando se terminaba el curso de entrenamiento. Estuvo 89 días sin vender nada… de manera que el gerente le advirtió que pasados los 90 días de “sequía” sería despedido. El último día en que se vencía el plazo lo consiguió: al día siguiente entregó el reporte de su primera venta, una máquina portátil de la más barata… a su padre. De allí nadie lo paró. Se convirtió en el vendedor estrella de la Cía y luego fue escalando en otras empresas pasando por supervisor, jefe de ventas y, finalmente Gerente de Márketing  ya que consiguió capacitarse en ESAN.
Como todo hombre de bien y líder le llegó la hora de independizarse y hacer empresa lo que logró formando su empresa gráfica con la que se dedicó por más de 25 años en forma exitosa. Por eso es que ahora puede dedicarse a darnos su tiempo a través de sus ediciones.
En su semblanza del Libro de Oro de su promoción “HUELLAS”, dice en un párrafo que lo pinta de cuerpo entero y tal como siempre  ha sido: ”… Creo que el CMLP me preparó para recibir golpes que la vida nos tiene reservados en el camino: a valorar la amistad en su dimensión atemporal, y un verboflorido que, hoy a mi mujer ya no le cuesta digerir…”
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Fue editor del Libro de oro conjuntamente con sus amigos de toda la vida y cuya presentación es un testimonio emocional valioso:
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Sus logros en este camino de vida los resume diciendo:
“Me siento orgulloso de mi camino laboral. Comencé de cero y llegue a los más altos niveles ejecutivos en el área de Ventas y Marketing. Logré independizarme y formar empresas sólidas y exitosas..“… logré que ADV sea una organización exitosa donde el vendedor se profesionalizó y sea reconocida como una entidad importante en la gestión empresarial. Logré realizar exitosamente durante años el concurso del  Vendedor del Año, evento donde  participaban las mejores empresas del Perú…”
“Finalmente, para mí y a estas alturas de mi camino, es satisfactorio lograr que la Gaceta Leonciopradina sea una realidad y llegue a los más lejanos ámbitos como una herramienta de cohesión y conocimiento del espíritu leonciopradino…”
Casado hace mil años con su inseparable Pinta quien también es gestora de sus propios triunfos y padre ahora de tres hijos y abuelo de muchos nietos. Sus nietos reales y putativos (los cadetes jóvenes) son los que hoy lo hacen vibrar de afecto y seguir con GANAS.  Nuestro querido Kique ya es una leyenda viviente de lo que es ser leonciopradino.
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Eso sí ahora ya disfruta de su cumple porque hasta unos años era solo un agregado a la fiesta porque nació el mismo día que su mamita. ¿Increíble, no? Por eso ahora los 30 de agosto los celebra a todo dar recibiendo todo el afecto de los que lo queremos.
En estas líneas va mi profundo afecto y aprecio querido Kique, deseando mucho que la salud y energía te siga acompañándote por siempre. ¡Hey, sin renegar…!
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Gracias, Kique por todo lo que nos has enseñado en estos doce años con la Gaceta. Gracias por tu amistad limpia y pura (casi virginal) y muchas gracias por el afecto de hermano mayor.
Pepelucho XIX