A raiz de un comentario que hice sobre el libro “La Gloriosa” de Lucho Cuadra (XVII) y que todo leoncipradino debe leerlo, Pepe Allende me envio esta carta en el 2006 y la traigo porque es un mensaje de lo que significa la hermandad leonciopradina. Este año, en nuestras Bodas de Oro en que he tenido la oportunidad de reencontrar a varios hermanos de los que no sabia nada de ellos hace muchos años, cobra vigencia lo que dice mi tocayo en lo referente a no dejar que pase el tiempo sin gozar de la hermandad que alberga estar cerca de su promoción. Creo que su nota siempre estará vigente
Pepelucho – XIX
|

Señor
José Villavicencio
Presente
Querido Pepito:
¡Gracias amigo mío! Tus palabras generosas me han producido una emoción tan especial que tengo que analizarla con detenimiento para poderla describir. Si bien sabía que las crónicas íntimas que escribo para mi Gloriosa, estaban llegando a los hermanos de la ciudad de Los Ángeles, -por gestión de nuestro hermano Alfonso Centurión-, nunca pensé que algunos caballeros expedicionarios de la Gloriosa, como los que nombras: Luchito Cuadra, Papo Scavino, Pochito Rozas y nuestro querido Viti Valenzuela, las disfrutaran tanto y las consideraran tan valiosas, que las estuviesen haciendo llegar a otros hermanos leonciopradinos tan cercanos a nuestra historia y a nuestra vidas actuales como tú.
Mi satisfacción va más allá de mi misión con la Gloriosa. Tus palabras me llenan de tanta responsabilidad que estoy estupefacto, pero enternecido. Ustedes, nuestros amados “perritos”, son parte de nuestro amor por el Colegio Militar; porque a través de ustedes aprendimos el significado del ser un superior militar y los deberes inherentes a ello sobre los subalternos también militares. Aprendimos también, con ustedes, la existencia de una responsabilidad sobre lo aprendido, y la necesidad y el deber, de eliminar lo inconsecuente y aplicar solo lo bueno y positivo en nuestro ejercicio de mando sobre los cadetes entregados a nuestra responsabilidad formativa. Aprendimos con ello muchas cosas, siendo la más importante, el ayudarlos a salir adelante, queriéndolos, apreciándolos como los niños que eran, desarrollando en nuestros corazones el espíritu y la responsabilidad de proteger al débil.
El Colegio Militar nos enseñó muchas cosas. Yo lo amé muchísimo y aprendí muchísimo con él y de su sistema disciplinario y formativo, haciéndome un peruano de a verdad, compartiendo valores patrios con compañeros de todas las razas y condiciones sociales.
Pero dentro de todo ello, jamás pude vislumbrar, que con nuestras vivencias diarias, unas buenas y otras no tantas, se estaba generando una hermandad que iría a trascender en el tiempo. Lo descubrí en junio del año pasado, cuando fui invitado por Álvaro Campos a integrarme al grupo Yahoo que comunica a los integrantes de la Gloriosa. Allí, en ese foro, la generosidad de mis hermanos me mostró que había dejado pasar cuarenta y tres años de mi vida sin alimentarme de su cariño y amistad. No sé exactamente la razón, pero quizás haya sido por inconsecuencia, ingratitud y una equivocada autosuficiencia que no los incluía en mi lucha por la vida. ¡Qué tonto había sido! ¡Cuántos momentos de soledad hubieran sido evitados!
Una casualidad motivó que adquiriera el compromiso de redactar crónicas de nuestra vida juntos. Allí descubrí, por insistencia de ellos, que podía escribir y redactar nuestras vivencias juntos en esta etapa de nuestras vidas. Así lo hice y continúo haciéndolo, disfrutando como nunca antes, buscando proporcionar alegría, y desarrollar lo que en el camino llamé: el Amor de los Hermanos.
Ello, mi querido Pepito, no es otra cosa que después de recibir y aceptar el Amor de Jesús, trasmitir la idea de que ese Amor es una fuerza de unión y amistad que el Señor quiere para todos sus hijos. Los cambios que yo he percibido entre los hermanos promocionales me han maravillado, pero ahora con lo que tú me dices, tan tiernamente, con tanto afecto, me hace pensar que la magia que envuelve a la Gloriosa, debe ser expandida entre aquellos que vivieron con nosotros la experiencia varonil de convertirnos en hombres, sin percibir nuestro paso por la adolescencia, -esa etapa de nuestro desarrollo como seres humanos tan difícil- donde se plantó en nuestro espíritu una semilla de peruanidad única que nos hace hermanos en el alma, uniéndonos, trascendiendo el tiempo y nuestras condiciones de llegada al hoy, al presente, donde hace tanta falta el amor, la fraternidad, la hermandad, la hombría de bien y las buenas intenciones.
Que Dios te bendiga Pepito, y bendiga a todos tus hermanos de tu hermosa XIX Promoción del Colegio Militar, siempre ligada a nosotros en nuestra historia colegial, y en nuestra formación como personas. Tus palabras harán que todos los hermanos de la Gloriosa meditemos sobre ello. Estoy seguro que pasará. Yo le pediré al Señor que me ilumine para prender una pequeña llama de amor entre ustedes, para que luego ustedes la hagan crecer y la compartan con nosotros, y repitan lo mismo con quienes estuvieron bajo su mando en esa escuela de hermandad que es el Colegio Militar Leoncio Prado.
Gracias nuevamente Pepito, hermano leonciopradino, gentil señor, que ha tenido la amabilidad de reconfortar el corazón de este viejo combatiente de la vida, y haber alimentado la esperanza de un Perú grande, unido, donde la sal que le dará sabor de Patria, habrá de provenir de hombres que como tú, saben expresar cariño, que éste tu servidor, recibe con sincera humildad y profunda emoción.
Te prometo que incluiré en mis oraciones a toda tu promoción y trataré de percibir algún mensaje cósmico dirigido a ustedes y te lo haré saber.
Recibe un fuerte abrazo, hermano.
Atentamente
José Luis Allende – XVII
No hay comentarios.:
Publicar un comentario