sábado, 28 de enero de 2017

A los cadetes de la XIX CMLP


villavicencio-19
EL FIN DE LA JORNADA
Cadete de la 19 Promoción
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Hace tres años ingresaste a nuestro Colegio, portando tu alforja llena de románticos fervores: A pesar de tus años de adolescente, ¡quince abriles de la vida! habías hecho una promesa: formarte hombre, muy hombre, y nutrirte del “patriotismo que se siente y que se vive  junto al héroe Leoncio Prado. Escogiste un Colegio de disciplina militar. Marcaste el paso hacia un gran ideál: ser un hombre de carácter. Hermosa selección la que tú mismo impusiste a tu corazón de muchacho. Y han transcurrido tres años. Han pasado muchas horas de lluvia y de sol por tu frente. Las levantadas en las mañanas frías y la guardia en las noches, oscuras, fueron recortando tu ilusión voluptuosa de vivir. Tuviste que imponerte silencio cuando querías reir con la carcajada sonora y fresca de tu edad. Esperaste siempre seis días para darle un beso a tu madre. Y sufriste agonías de cárcel cuando estuviste enamorado y tenías la perspectiva de una fiesta de rumbas y merengues, de alegrías y de sonrisas femeninas. Notas y trabajos fueron tajantes en su sanción. Tuviste que estudiar. Tuviste que trabajar. No había otra solución. Leoncio Prado es un camino sobrio de deberes. Tu ruta fue única: él deber por la disciplina militar. Y la disciplina, la cumpliste, en gran parte, por obediencia y por lealtad a tu palabra empeñada y a tu promesa filial. La jornada ha sido difícil áspera y grave la caminata. Pero ten presente, Cadete leonciopradino, que sólo así se esculpe una estatua de bronce, que sólo así se forja él hombre auténtico, hecho fuerza y hecho virtud. Tú no hubieras querido otra cosa. La debilidad, la complacencia, el engreimiento, hubiera sido tu vergüenza. La sensualidad de vivir engreído hubiera deshonrado tus propósitos marciales. La tolerancia te habría humillado. Los muchachos de energía, los jóvenes de coraje, les gusta la montaña alta y la pendiente rocosa.
Fueron tres años que estuviste con nosotros. Aprendiste a pensar. Aprendiste a luchar para superarte, y sobre todo, a amar a la Patria como pocos escolares de la República. ¿Has meditado?. ¿Qué colegio forma con más hondas raíces el sentimiento patriótico como lo hace tu Colegio Militar? Aquí aprendiste peruanidad. Desde él alba virgen de las mañanas, hasta las horas silenciosas de la noche, tu imagen ha sido la Bandera Bicolor, que es el espíritu de la Patria. Tus canciones, tus lemas, tus trabajos, tus desfiles, todo ha sido un culto perenne al Héroe de Huamachuco, que murió con gloría para dejarte dignidad histórica. En esta escuela de trabajo intenso, de rigor, de ejercicios y campañas militares, de vida austera sin contemplaciones, de estudio, de ejemplos marciales, has forjado las raíces de tu alma, las bases el acero de tu futura personalidad moral y social. Tu carácter ya tiene un sello de hombría y de señorío. Tu porvenir ya está más seguro. Hay en ti un hombre.
Ha terminado la jornada. Vas a partir a la gran escuela de la vida. A la escuela del mundo. A la lucha diaria, muchas veces sin cuartel. Ya recordarás las horas felices de tu adolescencia. Es justo, pues, que cuentes los minutos que te quedan en el colegio. Pero porque eres noble, yo estoy seguro que hay una generosa nostalgia en tu frente y un bondadoso recuerdo para todos tus jefes, Instructores y Maestros, que solo quisieron tu bien. Yo estoy seguro que los ojos de tu alma moza miran con respeto y reverencia al hogar que te ha forjado. Tú olvidas cualquier error. Tú olvidas cualquier injusticia, y todas las dificultades del camino. Al Perú, como a una madre buena, pero pobre, le cuesta vivir. Quién sabe hubo durezas en la jornada. Quién sabe, algunas veces no se supo comprenderte. Quién sabe tuviste muchas veces una lágrima escondida. Pero todo esto te ha retemplado. Ya no eres un escolar… Ya abriste la puerta grande y fuerte de la juventud. Ya empiezas a ser más libre en tus determinaciones. Ya  sabes lo que es la libertad puesto que ya sabes lo que es la obediencia, la disciplina, el orden. Tu vida ha adquirido un sentido clarividente. Ya tienes una idea y una imagen clara del hombre y de su destino. Se te ha enseñado que. él hombre para ser tal, para no verse frustrado frente al destino y al mundo, tiene que ser integral. No es suficiente un saber. Es indispensable un proceder digno. La inteligencia poco vale, si no está acompañada de carácter; y más todavía: de espíritu. El espíritu es grandeza de sentimientos. El espíritu es amor y bondad en todo y para todos.
Cadete: la etapa de la disciplina ya ha terminado. De hoy en adelante ya tú eres, en cierta forma, tu propio jefe. Pero por tus esfuerzos, por tu lucha, por tus sacrificios, todos estamos contentos. Tus padres están orgullosos. Tus hermanos pequeños contemplan tu ejemplo; y la Patria, a la cual todos nos’ debemos, se siente fuerte y feliz, porque ya tiene un nuevo hijo en tu saber y en tu hombría.
Cadete leonciopradino: con un abrazo de despedida, sólo puede decirte  tu Colegio Militar: ¡has cumplido con tu deber! ¡Dios te bendiga!

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